LEMA

! POR LA LIBERACION ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS !







09 julio 2017

ESPIAS EN CONFLICTO


El artículo del periódico The New York Times donde se revela que el gobierno mexicano espía los teléfonos celulares de periodistas y activistas sociales a través de un programa llamado Pegasus de manufactura israelí, ha puesto nuevamente al descubierto la vieja práctica de espiar a voces disidentes al régimen.

En las últimas décadas prácticamente en todos los movimientos sociales y organizaciones políticas el gobierno ha tenido la costumbre de espiar a las voces críticas al sistema, y como se dice en México es un secreto a voces, sin embargo, que un diario con el prestigio y veracidad como lo es el New York Times, lo haga público, es un hecho que pone al descubierto a nivel internacional, el nivel de corrupción y pánico a las voces críticas, que tiene este gobierno.

El pasado 16 de junio el NYT en un amplio reportaje titulado; “Somos los nuevos enemigos del Estado”; el espionaje a activistas y periodistas en México, y entre otras cuestiones  se menciona lo siguiente: Destacados defensores de derechos humanos, periodistas y activistas anticorrupción de México han sido afectados por un avanzado programa de espionaje adquirido por el gobierno mexicano que, en teoría, solo debe ser utilizado para investigar a criminales y terroristas.

Desde 2011, al menos tres agencias federales mexicanas han gastado casi 80 millones de dólares en programas de espionaje de una empresa de origen israelí. Entre los blancos del programa se encuentran abogados que investigan la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, un economista que ayudó a redactar un proyecto de ley anticorrupción, dos de los periodistas más influyentes de México y una estadounidense que representa a víctimas de abusos sexuales cometidos por la policía.

Según decenas de mensajes examinados por The New York Times y analistas independientes, el software ha sido utilizado para vigilar a algunas de las personas que han sido más críticas del gobierno, así como a sus familiares, lo que muchos ven como un intento sin precedentes para debilitar e intimidar a la gente que intenta ponerle fin a la corrupción que afecta a la sociedad mexicana.

El software conocido como Pegasus se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros aparatos para monitorear cualquier detalle de la vida diaria de una persona por medio de su celular: llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, contactos y calendarios. Incluso puede utilizar el micrófono y la cámara de los teléfonos para realizar vigilancia; el teléfono de la persona vigilada se convierte en un micrófono oculto.

Los ciberataques sofisticados en contra de ciudadanos son indicativos de las luchas internas que se libran en México y despiertan cuestionamientos legales y éticos sobre un gobierno que enfrenta fuertes críticas por sus antecedentes en temas de derechos humanos. “Por supuesto que no se puede justificar esa intervención”, agregó un ex funcionario del CISEN. “Pero eso es irrelevante. En México nadie pide permiso para hacerlo”.

Desde hace mucho tiempo, los periodistas, defensores de los derechos humanos y activistas anticorrupción en México han enfrentado peligros enormes. Durante décadas los han seguido, acosado, amenazado e, incluso, asesinado por realizar su trabajo. El año pasado, fueron asesinados más periodistas que durante cualquier otro año de este siglo; el 2017 ya va encaminado a romper ese récord.

Estos hechos de espionajes ilícitos han hecho caer a otros gobiernos, incluido el estadounidense con el famoso “Watergate” ¿Podrá suceder esto en México?, por lo pronto se han puesto al descubierto y están en conflicto estos espías de huarache. 

¡POR LA LIBERACIÓN ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS!
............................................................................................................

EN MÉXICO EL ESPIONAJE LLEVA AÑOS DE PERSECUCIÓN*


Elena Poniatowska en el Archivo General de la Nación, donde utilizó guantes blancos para revisar el voluminoso expediente que registra la vigilancia gubernamental sobre sus actividades de 1962 a 1985

El 4 de noviembre de 2016, mi amigo Jan Martínez Ahrens, de El País me acompañó al Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación a que su directora, Mercedes de Vega, y María Fernanda Treviño, directora de publicaciones y difusión, me permitieran hojear un expediente que registra la vigilancia de la que fui objeto entre 1962 y 1985. Resulta increíble pensar en la energía, el tiempo y el dinero que invirtió la Secretaría de Gobernación para espiar a una periodista (de nacionalidad suiza y en ocasiones judío polaca).

Bajo la bóveda de lo que antes fue una crujía y todavía conserva puerta y barrotes, Mercedes y María Fernanda pusieron en una mesa un voluminoso expediente. Me dieron unos guantes blancos, de esos que usan los meseros o las afanadoras, y me preguntaron: ¿Quiere que la dejemos sola? Claro que no –me atemoricé.

La verdad, hojearlo me lastimó; primero me costó trabajo porque es difícil leer copias quemadas y ennegrecidas por la fotocopiadora, subrayadas y vueltas a rayar. A pesar de su presentación carcelaria, el fajo de hojas es una bitácora puntual, un registro que se incrusta en la piel como un tatuaje, un regreso al pasado: una charla en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); un encuentro con Margarita García Flores, Marta Lamas y Alaíde Foppa (desaparecida el 19 de diciembre de 1980) para definir temas de la revista fem, la cena para fundar la nueva editorial Siglo XXI que dirigiría Arnaldo Orfila Reynal, en la que tomaron la palabra Guillermo Haro y Fernando Benítez, y destacó la enorme y sonora presencia de don Jesús Silva Herzog, la de Pablo González Casanova, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Julieta Campos; la manifestación en el Paseo de la Reforma contra el nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz como embajador en España; (Al pueblo de España no le manden esa araña), las múltiples visitas domingueras a Eli de Gortari, José Revueltas, Armando Castillejos, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Heberto Castillo, Raúl Álvarez Garín, Gilberto Guevara Niebla, Salvador Martínez della Roca, Martín Dozal y Manuel Marcué Pardiñas, cuya valentía siempre me impactó en Lecumberri en compañía de Guillermo Haro; una reunión con el Comité Mexicano de Solidaridad con el Pueblo Argentino; un viaje con doña Rosario Ibarra de Piedra a Nueva York, en el que constan hasta los números de pasaporte y de boleto; conferencias en Puebla, Baja California, Sinaloa, Michoacán, Nayarit, Tijuana, no importa el lugar, el informante aparece y deja constancia detallada de qué dijo cada participante y sobre todo de cómo se atacó al gobierno y a la figura del señor Presidente. Recuerdo especialmente a una criatura angelical cuyo fervor literario escondía su servicio para la Secretaría de Gobernación.

Uno de los viajes más destacados por Gobernación fue a la Organización de Naciones Unidas, Estados Unidos, que en el expediente figura hasta con número de pasaporte y de boleto en compañía de doña Rosario Ibarra de Piedra. A nuestro paso por el corredor que lleva a la sala internacional del aeropuerto Benito Juárez, surgían fotógrafos con sus cámaras y le dije a doña Rosario: ¡Mire nada más qué populares somos y cómo nos están fotografiando! y Rosario repuso: ¡Ay, Elena, son de la Federal de Seguridad y nos están fichando!

El espionaje nunca cesó, así se tratara del Movimiento Nacional Pro Defensa de la Mujer, la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana o el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Los informantes se dividían en sector femenil o sector estudiantil lo que comprueba que hubo infiltrados dentro de los propios grupos. Esto, más que asombrar entristece y recuerda la peor época del estalinismo. ¿Quiénes podrán haber sido los infiltrados? A ninguno puedo ponerle cara.

Leer los nombres de los firmantes de cada copia, Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro, dos de los represores más visibles de la guerra sucia mexicana es volver a un pasado que ahora tiene nombres más sofisticados e impersonales tal vez, pero conserva el mismo objetivo: vigilar a sus ciudadanos. Ahora se habla de malware, software, Pegasus, NSO Group, pero detrás se esconde la misma Secretaría de Gobernación que en los años 60, 70 y 80 seguía a sol y a sombra a un grupo de periodistas, activistas e intelectuales cuyo único delito era denunciar las desapariciones y torturas del régimen en el poder, que sigue siendo el mismo; por tanto, hoy por hoy sus prácticas no tendrían por qué sorprender a nadie.

Más que sorpresa, el escándalo de vigilancia que sale a la luz causa indignación porque los asesinatos a periodistas no cesan y los ciudadanos se preguntan en quién pueden confiar si la misma institución encargada de protegerlos no sólo espía su vida pública sino la privada y cuyas estrategias y contra-estrategias de espionaje harían las delicias de John le Carré. Tristemente no hablamos de guionistas ni novelistas, sino de nuestros propios representantes, cuyos salarios pagamos millones de mexicanos que cada día salimos a trabajar para volver en la noche a sentarnos frente a la caja idiota, como la llamaba Carlos Monsiváis –a quien seguramente espiaron en sus correrías con El Fisgón a las tiendas de antigüedades de la Zona Rosa y la Lagunilla en Metro, autobús, taxi, avión y globo aerostático.

Los casos del australiano Julian Assange, fundador del sitio web WikiLeaks que filtrara documentos diplomáticos de Estados Unidos (quien permanece refugiado desde 2012 en la embajada de Ecuador en Londres) y de Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA (quien confesó que el gobierno de su país espiaba a su propio pueblo y fue tachado de traidor y terrorista al punto de anularle pasaporte y nacionalidad estadunidense) son emblemáticos por las acciones represivas que toman los gobiernos contra periodistas que exponen sus tácticas delictivas.

Siempre se ha dicho que el ojo del gran hermano vive al norte, ahora comprobamos que en nuestro propio país somos vigilados (¿y por tanto castigados?) como en esa gran cárcel de la que hablaba nuestro querido José Revueltas.

La película La vida de los otros (2006), del alemán Florian Henckel von Donnersmarck, transcurre en Berlín del Este durante los últimos años de la República Democrática Alemana y muestra el espionaje que ejercía la policía secreta (Stasi) sobre algunos intelectuales. A más de 10 años de su estreno y a casi 20 de la caída del Muro de Berlín, una vez más la realidad supera a la ficción. El pasado 19 de junio The New York Times publicó el artículo Somos los nuevos enemigos del Estado: el espionaje a activistas y periodistas en México, en el que da cuenta de 80 millones de dólares destinados a programas de espionaje comprados a una empresa israelí para vigilar a periodistas y luchadores sociales, como Carmen Aristegui o Juan Pardinas, activista anticorrupción. Incluso, el teléfono celular del hijo de Carmen, menor de edad, fue intervenido. ¡Es imposible no sublevarse ante la agresión a un muchacho que ni siquiera ha empezado a vivir!

Ahora que están de moda los espías, es grave enterarse de que la Secretaría de Gobernación, la Procuraduría General de la República y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), de cuyas manos depende la seguridad de los mexicanos, sean quienes utilicen la tecnología para vigilar a sus propios ciudadanos y es más grave aun cuando entre esos ciudadanos aparecen nombres de periodistas críticos al gobierno en turno.

*La Jornada, Elena Poniatowska
………………………………………………………………………

EL CASO DE CARMÉN ARISTEGUI


Quizá ningún otro periodista en México ha dañado más la reputación del presidente Peña Nieto que Carmen Aristegui. Y pocos han pagado tan caro por haberlo hecho.

Ella y su equipo sacaron a la luz en 2014 el escándalo de la “Casa blanca”, una historia de intrigas de bienes raíces que involucraba un arreglo especial para la primera dama por parte de un contratista del gobierno que tiene una relación de vieja data con el mandatario.

La historia alcanzó una audiencia mundial y obligó a la esposa del presidente a entregar la casa, lo cual representó una especie de dilema ético para el gobierno mexicano; en otro país quizá habría resultado en el nombramiento de un fiscal independiente o en una pesquisa legislativa. Al final el presidente fue exculpado por la Secretaría de la Función Pública, mientras que Aristegui perdió su trabajo. Su despido marcó el inicio de una campaña prolongada de acoso y difamación en su contra: demandas, allanamientos de sus oficinas, amenazas a su seguridad personal y el monitoreo de todos sus movimientos.

“Se trata de un acto de venganza por el reportaje”, dijo Aristegui en una entrevista reciente. “No se puede ver de otra manera”.

Así que le pareció sospechoso cuando en 2015 empezó a recibir mensajes de texto de números desconocidos, en los cuales le urgían a que diera clic a un enlace. Uno contenía un llamado de ayuda para encontrar a un menor desaparecido; otro tenía una alerta por supuestos cargos desconocidos a su tarjeta de crédito, y otro tenía la presunta nota de la embajada estadounidense sobre su visa.

Cuando estos mensajes no fueron suficiente para que le diera clic al hipervínculo y descargara el software de manera inadvertida, los siguientes fueron más estridentes; incluso recibió uno que decía que la iban a arrestar. Varios de los mensajes llegaron del mismo número telefónico, dando muestra de los descuidos del operador.

Y siguieron intentándolo. En marzo, los mensajes de texto también comenzaron a llegar al teléfono del hijo de 16 años de Aristegui, Emilio. “La única razón por la que irían tras mi hijo es para intentar encontrar algo en contra de mí, para causarme daño”, dijo Aristegui.

Después de su despido, por supuestos desacuerdos dentro de la radiodifusora MVS Noticias, mantuvo su carrera publicando noticias en su sitio web. Pero la situación le ha cobrado factura, en especial las demandas. En una querella presentada por el presidente de MVS, un juez dijo que Aristegui “excedió su libertad de expresión y de información” por la publicación de un libro de su equipo de reporteros sobre el caso de la Casa Blanca.

En varias ocasiones han hackeado su sitio web y en noviembre irrumpieron en sus oficinas. Los agresores fueron tan descarados que ni siquiera se molestaron en usar máscaras y no han sido detenidos. Ella ha decidido canalizar las amenazas, el acoso e incluso el espionaje en su trabajo.

“He optado por creer que mi trabajo público es lo que me protegerá”, dijo Aristegui. “El gran reto para los periodistas y los ciudadanos es que el miedo nos sirva y no nos conquiste”.

www.nytimes.com/es/2017/06/19/mexico-pegasus-nso-group espionaje

.........................................................................................................

JOSE LUIS CUEVAS


Autorretrato el día de mi cumpleaños 1978

A la edad de 83 años, el pintor, dibujante, escultor y escritor mexicano José Luis Cuevas murió este 3 de junio, nació el 26 de febrero de 1934, en los altos de la fábrica de lápices y papeles “El lápiz del águila”, administrada por su abuelo paterno, Adalberto Cuevas. El inmueble se ubica en las inmediaciones del centro de la ciudad de México,

Su formación artística fue prácticamente autodidacta. Cuevas fue una de las principales figuras de la Generación de la Ruptura con el muralismo mexicano y uno de los más destacados representantes del neofigurativismo. Mediante el trabajo con la línea ­de gran ferocidad gestual,­ desnuda las almas de sus personajes retratando la magnificencia de la degradación humana en el mundo de la prostitución y el despotismo. Antes de cumplir los 10 años, Cuevas se inscribió como alumno irregular a la Escuela de la Esmeralda; continúa su formación artística tomando clases de grabado con Lola Cueto.

Se le atribuye el haber "bautizado" como Zona Rosa al corredor turístico del Paseo de Reforma, como un homenaje y muestra de gran admiración por la artista cubano-mexicana Rosa Carmina, a la que entonces era una importante área de promoción cultural, intelectual y de la moda de la Ciudad de México.

En dicho lugar expuso lo que tituló como "Mural Efímero" en 1967, mismo que vuelve a montar al año siguiente en la Ciudad Universitaria, como muestra de apoyo a los movimientos estudiantiles que se desarrollaron ese año en la Ciudad de México. Cabe agregar que dos años después se manifestó en San Francisco, California, en contra de la guerra de Vietnam, organizando happenings (espectáculos que exigen la participación del público) y elaborando carteles.

Su intención inicial era mostrar la angustia y la soledad del hombre y eligió para ello las escenas que encontró en hospitales y prostíbulos; sus modelos fueron y siguen siendo la prostituta, el pordiosero, el loco y el enfermo. A pesar de la recurrencia de los temas, de Cuevas se puede decir que en su obra existen diferentes variantes protagonizados por seres deformes, bellas imágenes de personajes casi monstruosos.

En su momento se le conoció como el "enfant terrible" (traducido del francés, la expresión sería "niño terrible") de una generación de artistas que se manifestaron contra la expresión del arte arraigada en programas políticos enfocados en alimentar ideas nacionalistas. De tal postura es célebre su escrito "la cortina del nopal", historia donde critica que la idea de educar a los pueblos mediante el arte no había logrado de ninguna manera su cometido. Su postura no fue solo un ataque constante contra la cultura oficial, sino también contra la enseñanza académica —motivada por su formación autodidacta— y contra el muralismo, en especial contra la figura de Siqueiros, quien había hecho célebre la frase "no hay más ruta que la nuestra".

Parte de su obra y su colección de Artistas Latinoamericanos fue donado al museo que lleva su nombre inaugurado el 8 de julio de 1992 y que se encuentra situado en la calle de Academia en el Centro Historico de la ciudad de México, su viejo barrio donde vivio en su infancia. En el centro del patio del museo Cuevas  realizo una escultura en bronce de 8 metros de alto y con un peso de 8 toneladas, conocida como La giganta, porque según dijo, se había inspirado en dos poemas notables La giganta de Baudelaire y La giganta del veracruzano Salvador Díaz Mirón.

Anécdota; En alguna ocasión allá por la segunda mitad de los 70s algunos integrantes del FCR, acudimos a su casa, a un llamado que él y otros artistas e intelectuales, hicieron para formar un frente amplio de trabajadores de la cultura.
.............................................................................................

PARA RECORDAR ESTE 26 DE JULIO:

1953; Ataque al cuartel Moncada 
(Inicio de la Revolución Cubana)
1968; Inicio del Movimiento Estudiantil en México
1974; Nace el Frente Cultural Revolucionario
(XLIII Aniversario)