LEMA

! POR LA LIBERACION ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS !







13 abril 2011

¡ ESTAMOS HASTA LA MADRE… ¡



El asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega y de 6 jóvenes más en Cuernavaca Morelos, ha generado una ola de indignación en amplios sectores de la sociedad mexicana, que se ve azolada por la violencia y el  terror, que impera en casi todo el territorio.

La muerte del hijo del Poeta, Filosofo y Escritor Javier Sicilia, de tan sólo 24 años de edad,  joven profesionista, promotor cultural y deportista, -comprometido con las causas sociales, al igual que su padre-, han cimbrado a toda la Nación.

Estos crueles asesinatos se suman a los ya casi de 40 mil muertos, desde el inicio del “gobierno” de Fecal, quien en su afán de legitimarse y de congraciarse con los gringos, desato una “guerra” sin ton ni son, pegándole a un avispero, el cual ya no sabe cómo controlar.

Las  fallidas  estrategias y tácticas  en  el  combate a
los cárteles de la droga, sólo han logrado que en lugar de debilitarlo, se haya fortalecido, los narcos se han envalentonado y ahora con armamento de alto poder (proporcionado por los mismos gringos), desafían al Estado y ya controlan zonas del país, en dónde ni las policías, ni el ejército se atreven a entrar.

Otro elemento sumamente grave, es la leva que realizan los diferentes cárteles, reclutando y levantando a jóvenes y a migrantes tanto centroamericanos como nacionales, para alimentar sus “ejércitos”, y quienes se niegan son torturados o
asesinados.

El descubrimiento  de  cementerios clandestinos tanto en Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua, Sinaloa, y otros y Estados de la Republica, son muestra de que ya se han roto todos los parámetros de violencia, conocidos hasta ahora.

El mismo Obama, señaló que el presidente mexicano,  se había mostrado 'frustrado' por los resultados obtenidos en su lucha contra el crimen organizado, mismo que, calificó, "se está fortaleciendo"

La Secretaria de Estado, Hillary Clinton hizo un paralelismo de México con lo sucedido en Colombia hace 20 años
argumentando que en nuestro pais el crímen organizado asemeja una "insurgencia" que controla ciertas partes del país 

El almirante Michael G Mullen del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de EE. UU., , ha externado su “enorme preocupación” por la capacidad de violencia de los cárteles mexicanos, “la severidad del problema” del narcotráfico se mide, “de manera trágica y triste”, por las miles de vidas que se han perdido en años recientes.

El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, declaró que los cárteles  de México son una amenaza para Estados Unidos. “No creo que el tema sea si la estabilidad de nuestra sociedad está en riesgo, pero ciertamente es una amenaza a la seguridad nacional”.

Estas declaraciones, implican una grave amenaza, ya que como el gobierno no puede,  podría darse una invasión  militar estadunidense. Por lo que es hora que el Pueblo despierte, se una y organice, de todas las formas posibles, y que exija a los políticos de todos los partidos a que más allá de sus intereses, defiendan  a la Patria  y a sus hijos,  porque ya estamos hasta la madre..


¡POR LA LIBERACIÓN, ECONÓMICA CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS¡



ESTAMOS HASTA LA MADRE…
 (CARTA ABIERTA A LOS POLÍTICOS Y A LOS CRIMINALES)

JAVIER SICILIA


PROCESO / ABRIL 2011

El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.


De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.

Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserablesSonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.

Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generado nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

 Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país. Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.








Toda ausencia es atroz
y, sin embargo, habita como un hueco que viene de los muertos, de las blancas raíces del pasado.

¿Hacia dónde volverse?;
¿hacia Dios, el ausente del mundo de los hombres?;
¿hacia ellos, que lo han interpretado hasta vaciarlo?

¿Hacia dónde volverse que no revele el hueco, el vacío insondable de la ausencia?

Hacia ellos, los muertos, que guardan la memoria
y saben que no estamos contentos en un mundo interpretado.

Mas las sombras, las sombras que la interpretación provoca y nos separa de ellos, las sombras con su viento todo lleno de la abierta ventana hacia el espacio, las sombras donde no hay anunciación trabajan nuestro hueco.

¿Será que ya no hay nada atrás de ellas, o el oscuro dolor por nuestros muertos –como el amanecer que empieza a medianoche, a la hora más oscura de la noche– anuncia su retorno en el sigilo?

¿No es tiempo de encontrarlos nuevamente
donde nada parece retenerlos, así el roshi descubre el todo en el vacío que no contiene nada?

Tal vez sí, porque sus voces vienen de lo oscuro, de su vacío vienen como un rumor de río en un riachuelo, como un dulce reclamo imperceptible, como una tenue estrella entre las sombras
vienen sus voces, vienen desde lejos.

Óyelas, corazón, como sólo los mojes sabían escucharlas
atendiendo en el rezo su incesante llamado con los pies en la tierra.

Así los escuchaban, escuchando el arriba y el abajo,
preservando en sus tumbas el suelo que habitaron con nosotros.

No es así que tú puedes escucharlos en el espacio en sombras de un mundo interpretado.

Pero escucha la queja de lo Abierto, el mensaje incesante, esa advertencia que viene desde lejos, ese rumor tan suave que casi nadie escucha y llega a ti de todas las iglesias, como si en esas piedras, que guardan la memoria de los muertos, habitara la llama de su estar con nosotros, de su sola presencia en la resurrección y descorriera un poco nuestras sombras.

Porque es difícil vivir en un mundo sin ellos, difícil no sentir a nuestros muertos alimentando las obras de los hombres;
difícil no seguir sus costumbres, que apenas conocimos;
difícil habitar en las sombras, como un alucinado que repentinamente recobra la memoria para luego volver a su intemperie; difícil ver aquello que los hacía nuestros flotar en el espacio y diluirse.

Estar vivo es penoso, y nosotros, nosotros, que los necesitamos con sus graves secretos, nosotros, que sabemos que no podrán volver a un mundo interpretado, a veces escuchamos, como un ligero viento, ascender de las sombras, la música primera que forzando la nada trajo a Eurídice al mundo; una nota tan tenue, tan pura como el Cirio que promete su vuelta en medio de las sobras y nos trae el consuelo.




A nosotros, que erguidos caminamos como si en ese gesto se ocultara el sino de nuestra condición, no el animal que avanza a ras de tierra hacia lo Abierto, un atrás y adelante en el acontecer del infinito; no el árbol que enraizado –la boca entre la tierra, el sexo contra el viento– habita el puro espacio de su inmovilidad; no el ángel, demasiado perfecto en su belleza, esencia fabricada de espacio, ave de luz suspendida en lo eterno; sino nosotros que avanzamos a tientas entre el cielo y la tierra, aterrados de muerte, excavados de huecos; a nosotros, viatores –que a la vez anhelamos la tierra y lo celeste y no estamos en paz con nosotros mismos–, sólo el amor nos salva de la angustiosa fuga hacia adelante, como si en los contornos de lo amado lo Abierto se cerrara y el hueco de la carne encontrara el reposo en lo creado y no viera la muerte, sino un allá anunciado, contenido en los límites del cuerpo.

Los amantes lo saben, ellos que tan cercanos uno al otro se miran asombrados en lo Abierto que sus ojos descubren en sus ojos.

Mas ni el uno ni el otro lo franquean y regresan al mundo.
¿Será tal vez el miedo al llamado infinito o la dulce nostalgia de quedarse por siempre en lo creado que nunca los retiene?

O quizás ese sea nuestro sitio, el lugar de lo eterno que nos corresponde: contemplar y sentir el infinito arropado en la carne,
en ese mutuo darse el uno al otro, mientras la lenta fuga hacia lo Abierto nos permite habitar la duración, ese ya, pero aún no
que lo amantes viven al rozarse la piel; esa eterna presencia
que nos hace presentes en el tiempo inasible como una tenue grieta en la alba porcelana de lo Abierto.
 
Sicilia, Javier, “Lo Abierto” y “El sobreviviente”, en el Panel 2 “La noche de lo Abierto”, del libro Tríptico del desierto. Premio de Poesía Aguascalientes 2009