LEMA

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05 septiembre 2016

JUAN GABRIEL PASA A LA INMORTALIDAD.

Fenómeno social, figura icónica de la cultura de masas, inesperado factor de unidad nacional capaz de pasar por encima de filias, fobias y condiciones sociales, mito y leyenda: “eso y muchas cosas más”, para decirlo con la letra de una de sus canciones, es Juan Gabriel. 

La repentina e inesperada muerte, el pasado domingo 28 de agosto, en Santa Mónica California, del compositor e interprete Juan Gabriel oriundo de Michoacán, pero conocido como el “Divo de Juárez”,  ha conmocionado no tan solo al ámbito del espectáculo sino al mundo cultural y en general a todo el pueblo mexicano. Diversas voces se han pronunciado en torno de la pérdida del icono de la música mexicana:

AMLO; Cuando fui Jefe de Gobierno conocí a Juan Gabriel, cantó en el Zócalo hasta la madrugada; era pueblo, liberal y nacionalista. Q.E.P.D.

Obama aseguró que el divo fue “uno de los más grandes músicos latinos, y su espíritu vivirá en sus canciones duraderas y en los corazones de sus fans que lo aman”. “Durante cuarenta años, Juan Gabriel aportó su querida música mexicana a millones, trascendiendo fronteras y generaciones”

El Presidente Nicolás Maduro de Venezuela; Mis recuerdos eternos a Juan Gabriel extraordinario artista y ser humano. Que Dios lo tenga en su Gloria por Siempre.

Elena Poniatowska; Juan Gabriel me decía ‘mamá’, y tengo muchas fotos con él. Cuando lo conocí me pareció muy sencillo y estaba alegre y quería que regresara. Recuerdo que me habló de su niñez, que había sido muy dura. Me pareció un hombre cálido y tenía gran capacidad de reír. Me dijo que no fuera a abandonarlo. Siempre me llamó la atención que las parejas fueran a escucharlo tomadas de la mano. 

Rafael Tovar y de Teresa, secretario de Cultura: Juan Gabriel interpretó el alma popular de México, descanse en paz este gran artista de todos. La Secretaría de Cultura federal lamentó el sensible fallecimiento de Juan Gabriel, compositor y cantante que marcó un hito en la música popular mexicana.

Arturo Márquez, compositor: “Estoy muy consternado por la muerte de ese gran compositor, una de las voces más expresivas de México. Lo vamos a recordar siempre por unas canciones que, dentro de su sencillez, son maravillosas. Estoy seguro de que el pueblo de México lo recordará siempre, igual que su canción Amor eterno…

María Cristina García Cepeda titular del INBA, expresó su profundo pesar ante la muerte del grandioso compositor y excepcional ser humano. 

Eduardo Soto Millán, compositor: Me parece que, sin duda, con la muerte de Juan Gabriel México se ha perdido una figura icónica, ya que con sus canciones logró ser una suerte de espejo de nuestra gente, así como de otros pueblos del mundo.

Enrique Arturo Diemecke, director de orquesta: Es una gran pérdida para el mundo del espectáculo, ya que sus canciones e interpretaciones eran conocidas y admiradas por millones de personas en el mundo. Fue un artista que cantó a México.

Enrique Krauze; "México lo es todo", así se titulaba la gira de Juan Gabriel por Estados Unidos. Murió defendiendo con su música a su patria.

Estas expresiones vertidas por personalidades disímbolas, de quien cariñosamente el pueblo le llamó “Juanga”, reflejan lo que representa un unificador de opiniones en torno a su Arte. 

Siempre defendió y representó orgullosamente a MEXICO en el mundo, y fue un fiel representante de nuestra Cultura.

En sus conciertos su mensaje permanente era por el amor y la paz del género humano y los pueblos.

¡Juan Gabriel hoy partes a la inmortalidad como un grande entre los grandes en el mundo de la música y de las artes!


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Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS!
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JUAN GABRIEL

EN LA MISMA CIUDAD Y CON LA MISMA GENTE* 

 

La carretera a Toluca es inmensamente ancha. Luego de casi una hora de trayecto, llegamos al club de golf Los Encinos, fraccionamiento nuevo a todo lujo situado en una colina de horizontes arbolados. En la entrada nos detiene un miembro de la policía montada de Canadá: sombrero de fieltro, casaca roja, botas y pantalón de montar.

–¿Adónde van?
–¡Con Juanga! –grito desde el asiento de atrás y el caballo del policía relincha espantado ante mi discreto tono de voz.
–¿Cómo se llaman?
–De parte de Carlos Monsiváis.
–¡Pasen ustedes!

Monsiváis, en efecto, va al frente de la caravana de la que forman parte Alejandro Brito y mi hija Paula. El VW de Alejandro se hace más chiquito a medida que las residencias se agigantan. Monsiváis, como es su costumbre, dirige, aunque nunca aprendió a manejar: A la derecha, vuelta, quebrándose, quebrándose... Voy preparada para ver una horripilancia suntuosa con escalera cinematográfica y cascada de horrores como suelen ser las mansiones de los artistas.

–Aquí es –gruñe Monsiváis.

A la vista se ofrece todo lo contrario de lo que esperaba encontrar. Una casa de muy buen gusto (Todas mis casas son mexicanas, aclararía más tarde Juan Gabriel), muebles coloniales, una alacena maravillosa, talavera poblana, cuadros de Julia López, una jaula de madera proveniente de Michoacán.

Juan Gabriel aparece en shorts de cuadritos y camisa también de cuadritos, pero más grandecitos. Señora, me dice muy cortés en la presentación, pero luego entra en confianza y me llama madre.

A Monsiváis le dice padre o padrecito. A Alejandro y a Paula ni los fuma. Bueno, a Alejandro un poco más, porque lo ha visto varias veces. La casa es tan acogedora, cada objeto es tan bonito, que me siento contenta. Juanga no tiene nada de divo. Ofrece café, refrescos, lo que ustedes quieran. Dice: Me muero de hambre y se come un plátano.

–¿Gusta, madre?
–Ahorita no, gracias.
–¿Dónde estaremos más cómodos?

Nos instalamos en la mesa del comedor. Juan Gabriel en la cabecera. Monsiváis frente a mí. Paula y Alejandro Brito esperan el término de la entrevista para tomarle fotografías. Me baño, me cambio, y entonces hacemos las fotos, ha prometido.

–A ver, ¿qué me quiere preguntar, madrecita?, porque tengo muchas cosas qué decirle ¿eh?

–Antes le quiero agradecer la entrevista, porque me dijo Carlos que usted casi nunca las da.

–A Carlos lo que me pida. No puedo negarle nada por el amor y la admiración que le tengo a este hombre, sin dejar de saber que usted tiene sus propios méritos.


–¿Y cuáles son esas muchas cosas que tiene que decirme?

–Bueno, muchas cosas siempre y cuando me motive con sus preguntas. Tengo muchas cosas por hacer y me gusta más hacerlas que decirlas. Lo que más me gusta a mí en la vida es superarme. Creo que haber tenido la oportunidad de nacer es un gran triunfo que no cualquiera consigue, dado que son grandes cantidades de espermatozoides y solamente uno llega. De allí en adelante creo que tiene uno la obligación de ser cada día mejor como ser humano.

Durante un largo momento Juan Gabriel habla de su infancia, de la tristeza vivida entre los 12 y los 14 años en un internado al que su mamá, por tener que trabajar muy duro como empleada doméstica, se vio obligada a llevarlo.

–Mi mamá me visitaba, claro que sí, pero las visitas en ese tiempo para mí no eran muy importantes, porque yo lo que quería era estar con mi familia.

–¿Cómo era su vida afectiva en el internado? ¿Había niños o maestros a los que usted quisiera especialmente?

–Sí. La tristeza era no estar con mi familia, con mi mamá, pero dentro de lo que es un internado, todo era muy bonito. Yo siempre he dicho que a los hijos no se les debe internar, que lo primero que se les debe dar es amor, amor, porque con amor crecen muy bonitos, y si a esto se les agrega una alimentación sana, muchísimo más todavía. Pero volviendo al internado, eran cuatro patios; el primero era para niños que, como yo, no podían estar con su mamá porque estaba trabajando y tal, y niños que eran inquietos, incorregibles, de los 12 años para abajo; había otro patio de este lado que era como un tribunal para menores, eso era lo malo, que estábamos revueltos, y en aquel tiempo la mayoría de edad era a los 21 años; otro patio era de mujeres y de costura y de esas cosas de ellas, y el cuarto patio era de talleres, donde estudiábamos hojalatería, carpintería, talabartería, todo eso. Ahí fue donde de chiquito conocí a un señor que se llamaba Juan, ya murió, quien me enseñó a trabajar hojalatería. Por él fue que me puse yo Juan, y Gabriel por mi papá. Cuando cumplí 14 años me escapé del internado no tanto porque quisiera irme con mi mamá, sino porque me encargaron tirar la basura y pude salir a la calle. Cuando vi que se iban tantos amigos, me quise ir también.

“Me fui con mi mamá, pero no pude estar con ella porque ya vivía con otro señor. ¡Cosas de la niñez! En aquel tiempo a los 14 años se pensaba como hoy un niño de 10. Entonces me acostumbré a estar solo y empecé a trabajar cantando.

La señora Micaela, que todavía vive, era como la directora, y nunca fue creyente. No nos dieron doctrina ni nada de eso. Entonces yo aprendí a creer en mí, más que nada, más que creer, por ejemplo, en Jehová, en Jesús, en Joma, en Buda o en Zaratustra.

–¿Y en la Virgen? Porque recuerdo que algunos consideraron ofensiva la canción que dedicó a María Félix, María de todas las Marías, porque decía usted que La Doña se parecía a la madre de Dios.

–Pues quiero decirle que respeto las creencias y que he aprendido a amar a la gente con ellas, con las creencias que tenga, y para mí, mis amigos, por ejemplo, no tienen errores.

–¿Carlos no tiene errores?

–Si es mi amigo, pues no. Se ha dado el caso de que mis mismos amigos hablan mal de otros que también son mis amigos y yo les digo eso: mis amigos no tienen errores. Ahora, volviendo a la cuestión de la Virgen María, yo no lo hice con el afán de molestar a nadie, lo hice porque considero que es una mujer muy bonita y cualquiera que quiera mucho a su mamá pues la compara con la Virgen María. Yo, por ejemplo, mire, cuando estoy angustiado o tengo problemas a quien invoco es a mi mamá, porque para mí es lo más importante, y estoy seguro de que, aunque no estuvimos juntos, ella de algún modo se arrepintió y me lo dio a entender a través del tiempo y además siempre con sus caricias, después con sus palabras, con sus actitudes, sus hechos, sin decirme: Ay, Alberto, perdóname por no haber pensado las cosas y haberte internado ahí y que hayas carecido de mí. Cuando ella se volvió mayor, que tenía 55 o 60 años, ya era otra cosa, éramos más amigos y, fíjese, con decirle que yo tuve que perdonarle haberme dejado así solito. Entonces me enseñé también a adorar mucho a mi madre y a tomar conciencia por lo mismo que le dije, porque nunca quise ser mala persona, aunque tenía todo para serlo.

Para Carlos Monsiváis, Juan Gabriel no sólo fue el mayor ídolo popular después de Pedro Infante, sino un creador que lo conmovía y lo alegraba. Festejar cada una de sus canciones, Amor eterno, Hasta que te conocí y La muerte del palomo, lo solidarizó con su historia de vida, sus carencias y su discriminación sexual. La propia historia de Juan Gabriel lo hizo entrañable para millones de mexicanos que se identificaron con él. Yo tengo a mi Juanga, solían decir sus adoradores. Su fijación en su madre, su homenaje reiterativo al matriarcado en un país supermachista y homófobo lo encumbró. Juan Gabriel nos convocó a todos y el pastel de mármol blanco llamado Bellas Artes fue el primero en abrirle las puertas a la cultura popular (que por lo visto se lleva de calle a la intelectual, porque somos un país que no lee) y marcó para siempre a nuestro también muy añorado Monsiváis, ése sí, muy leído y escribido.

*Elena Poniatowska

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JUAN GABRIEL DESCIFRADO POR MONSIVÁIS*

 “Había una vez una ciudad llamada Juárez en la frontera de México con Estados Unidos. Allí vivía un adolescente solitario, ajeno a la política y a la cultura, aficionado irredento de las cantantes de ranchero, de Lola Beltrán y Lucha Villa y Amalia Mendoza la Tariácuri… y ese joven, furiosamente provinciano (cosmopolita de trasmano, nacionalista del puro sentimiento) creaba por su cuenta una realidad musical nomás suya, la síntesis de todas sus predilecciones que no existía en lado alguno, y para su empresa disponía de la memoria (en donde resguardaba las melodías que no podía llevar al papel pautado), del ánimo prolífico, de una guitarra, de muchos sueños y de la casualidad de que en el país decenas de miles intentaban lo mismo: componer para hacerse famosos, componer por no hacer arte sino con tal de representar sentimientos y situaciones (enamorarse, desenamorarse, frustrante, narrarle a todos el dolor de no poder contarle a nadie el sufrimiento, desahogar el rencor, aceptar que todo acabó y todo empieza).

[…] Y al adolescente de Juárez, que responde al nombre de Alberto Aguilera Valadez, su inspiración le llevaba a diario melodías que silbaba, con letras adjuntas, y él las cantaba en un lugar llamado Noa-Noa, y lo que hacía agradaba, pero él no se resignaba a la modestia de la periferia, y se dirigió a la capital monstruosa, a pasarla mal como un trámite en el camino de la superación. Si no supiésemos del happy end sería triste lo que sigue: hambres, malos tratos del egoísmo urbano, noches sin sitio para dormir, una temporada en prisión porque un malvado lo acusó del robo de una guitarra, días y semanas aguardando en la afueras de las grabadoras, sin que siquiera las secretarias lo saluden.

Y la luz al final del túnel: un ser humano excepcional, la cantante de ranchero Enriqueta Jiménez La Prieta Linda, lo recibe en su casa, le graba los frutos de su inspiración, y le insiste a los directivos de su compañía: ‘Tienen que contratarlo. No se arrepentirán’. Ya entrado en los gastos de la metamorfosis, Alberto padece un segundo bautismo. Ahora será, con resonancias arcangélicas, Juan Gabriel así como se oye, según conviene en la época donde los apellidos nos interesan porque el impulso demográfico taló todos los árboles genealógicos. En 1971, el debut profesional: Juan Gabriel es tímido y protegible, es vulnerable y expresivo, y sus primeras composiciones celebran a una juventud alegre, intrascendente y levemente anacrónica, cuya limitación esencial es cortesía de la realidad.

No tengo dinero, ni nada que dar.
Lo único que tengo es amor para amar.
Si así tú me quieres, te puedo querer
pero si no puedes, ni modo qué hacer.

De inmediato las quinceañeras lo adoptan y lo adoran, si el verbo adorar describe de manera adecuada la compra de discos, no se ha dado cuenta que me gusta, no se ha dado cuenta que la amo, los canturreos que ocupan semanas enteras, los telefonazos a las estaciones de radio, los suspiros ante la sola mención del nombre, la formación de clubes de fans… Y la lucha moral contra la intolerancia de padres y madres y novios: ¿Pero cómo puede gustarte ese tipo…? Muy mis gustos…

Y sí, hay razones del gusto que se esparcen, las chavas persuaden a los novios, a las madres se les desarrollan hábitos que muy pronto dejan de ser clandestinos, y el inflexible paterfamilia se descubre una mañana tarareando: Es esta primavera/ será tu regalo un ramo de rosas/ Te llevaré a la playa, te besaré en el mar/ y muchas otras cosas. La prensa informa del fenómeno de letras reiterativas y pegajosas y melodías prensiles, y reconoce un filón: el compositor más famoso de México es un joven amanerado a quien se le atribuyen indecibles escándalos, y a cuya fama coadyuvan poderosamente chistes y mofas.

¡Ay sí tú! Y Juan Gabriel ocupa la primera página de los periódicos amarillistas, en foros sensacionalistas, digamos en traje de baño en la playa de La Condesa en Acapulco. ¡Ay sí tú!, y los cómicos se benefician en sus ruinas: ‘Un día iba caminando Juan Gabriel con su perrito y se encontró a un marinero…’. ¡Ay sí tú! Y la mamá, afligida por los modales de su hijo le cuenta a su hermana: Ay, ay, ¿no me irá a salir como Juan Gabriel?’. ¡Ay sí tú! Las aportaciones del morbo afianzan la singularidad, y Juan Gabriel se instala sin declaraciones ingeniosas o audaces, sin concederle atención a bromas y rumores, sin el apoyo mitológico de la Bohemia o de la Parranda o del culto a la Autodestrucción. Él es un Ídolo Real que desplaza fantasías producidas en serie”.

“Un Ídolo es un convenio multigeneracional, la respuesta emocional a la falta de preguntas sentimentales, una versión difícilmente perfeccionable de la alegría, el espíritu romántico, la suave o agresiva ruptura de la norma. Sin estos requisitos se puede ser el tema de una publicidad convincente, el talento al servicio de las necesidades de un sector, una ofuscación de la vista o del oído, pero jamás un Ídolo”.

 “A Juan Gabriel nada le ha sido fácil, salvo el éxito”.

 “A principios de 1977, en la inaudita entrevista de prensa al ser nombrado embajador de España, el ex presidente Gustavo Díaz Ordaz declara ‘Aquí me tienen, como dicen ahora, en la misma ciudad y con la misma gente’. ¡Santo Pedro Armendáriz! ¡El hombre del 68 cita a Juan Gabriel! ¿A dónde iremos a parar, seño Eduviges?”.

“El compositor Juan Gabriel no cree en la durabilidad del cantante Juan Gabriel. Él fuerza la garganta, trata sin piedad a sus cuerdas vocales, azuza el alma a fuerza de decibeles, su ferza es la emotividad con ganas, no la imagen juvenil al día”.

 “Juan Gabriel [para las jovencitas] es su novio ideal, o algo más, el amigo inaccesible, el novio inalcanzable. Él es lo que jamás obtendrán, y por lo mismo, el ideal que se nulifica con la admiración excesiva”.

“Juan Gabriel mezcla la herencia de José Alfredo y el repertorio de conjuntos norteños como los Alegres de Terán, y produce en series polkas, redovas, rancheras. Las sinfonolas sobrevivientes se atestan, los mariachis enriquecen su repertorio, y los traileros sostienen su insomnio gracias a las capitulaciones y recapitulaciones que interpretan Lola Beltrán, Lucha Villa, Lupita D’Alessio, Rocío Dúrcal, La Prieta Linda, Beatriz Adriana”.


*Fragmentos publicados por la revista Nexos del ensayo que Carlos Monsiváis le dedicó en su libro Escenas de pudor y liviandad.



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