18
DE MARZO DE 1938, EN UN ACTO DE
SOBERANÍA NACIONAL,
EL
PRESIDENTE LAZARO CARDENAS DECRETA LA EXPROPIACIÓN PETROLERA.
21 DE MARZO DE 1806 NATALICIO DE BENITO JUÁREZ
¡POR LA
LIBERACIÓN ECONÓMICA, CULTURAL Y POLITICA DE NUESTROS PUEBLOS!
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MÉXICO
EN EL TIEMPO
Una de las
preocupaciones del Congreso Constituyente de 1917 fue que las leyes tuvieran un
efecto benéfico en la sociedad y sirvieran para apoyar y proteger la parte más
vulnerable de ésta. Así, el Constituyente de 1917, al legislar los artículos 27
y 123, creó la primera declaración de los derechos sociales con el fin de
establecer las condiciones mínimas de justicia en las relaciones de los
trabajadores del campo y de los trabajadores industriales, partiendo de que el
trabajo es un valor básico en las relaciones económicas y sociales.
Al llegar Lázaro
Cárdenas a la Presidencia de la República, retomó la preocupación de sentar las
bases de equidad y justicia en las relaciones entre los factores de la
producción, tanto en el campo como en la industria. Puesto que los campesinos y
los obreros eran la parte más débil de esa relación, el Estado debía actuar en
su favor y asegurar que sus derechos fueran en todo momento respetados.
Por otro lado, desde
muchos años atrás, el Estado mexicano había concesionado a individuos y a
empresas extranjeras la explotación de la riqueza natural del país, como la
plata, el cobre, diversos productos agrícolas y pesqueros, y el petróleo.
En el caso de este
último recurso natural, las empresas extranjeras que contaban con el permiso
del gobierno mexicano para explotarlo, se negaron a aceptar las disposiciones
legales para que fueran reconocidas las organizaciones de los trabajadores
nacionales, con quienes debían negociar las condiciones de trabajo, entre las
cuales ocupaban un lugar muy importante: el salario y las prestaciones.
Las empresas petroleras
no sólo se negaron a acatar la ley laboral, sino incluso su responsabilidad de
pagar los impuestos a los que estaban acostumbrados por un mínimo de equidad,
ya que hasta entonces habían gozado de una serie de consideraciones de todo
tipo: prácticamente explotaban en su provecho, de manera gratuita, un recurso
natural que le pertenecía a todos los mexicanos.
En 1935, las empresas
petroleras, en manos de capital extranjero, trataron de impedir la formación de
sindicatos y usaron para ello todos los medios que tuvieron a su alcance, tanto
lícitos como ilícitos. Aun así se crearon sindicatos en cada compañía
petrolera, pero las condiciones de trabajo entre una y otra eran muy diferentes.
Pasado un tiempo, el 27
de diciembre de 1935 nació el Sindicato Único de Trabajadores Petroleros, el
cual, por obvias razones, tuvo que vencer una serie de trabas legales,
particularmente en Tamaulipas y Veracruz.
El 29 de enero de 1936,
este sindicato se incorporó al Comité de Defensa Petrolera, del cual surgió al
mes siguiente como la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
El 20 de julio de ese
año, el Sindicato Único de Trabajadores Petroleros llevó a cabo su primera
convención, el cual formuló un proyecto de contrato general con todas las
compañías y se fue a huelga para exigir su cumplimiento.
Por su parte, la
Suprema Corte de Justicia de la Nación se pronunció porque las compañías
petroleras acataran el laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje a
favor de sus trabajadores. Aun así, esas empresas se mantuvieron en
desobediencia, confiadas en que sus reservas del combustible en otras partes
del mundo les permitieran cumplir sus compromisos; además de que sin el pago de
los salarios a sus trabajadores y la falta de petróleo para atender las
necesidades internas del país, terminarían por doblegar al gobierno y a sus
trabajadores.
El presidente Lázaro
Cárdenas intervino para mediar ante las compañías y así intentar lograr la
firma de este contrato. Tras un acuerdo, se aplazó la huelga por cuatro meses,
que se prolongaron aún dos más. Todo fue inútil, pues no se llegó a ningún
acuerdo con las compañías petroleras y el 28 de mayo de 1937 estalló la huelga,
lo que paralizó al país entero al no despacharse gasolina por doce días.
Las compañías
declararon que se encontraban con problemas financieros y no podían cumplir con
las demandas de los trabajadores. Hubo investigaciones al respecto, y el 3 de
agosto, una comisión de peritos dio a conocer su conclusión: La industria
petrolera mexicana produce rendimientos muy superiores a la de Estados Unidos.
Tal decisión molestó a
los empresarios petroleros, quienes amenazaron con retirarse de México y
llevarse todo su capital, por lo que la Junta Federal de Conciliación y
Arbitraje no emitió su fallo y los meses seguían corriendo, trayendo como
consecuencia un paro general de 24 horas, el 8 de diciembre, en protesta por el
retraso.
Diez días después, la
Junta emitió su fallo a favor de los trabajadores, lo cual significaba que las
empresas petroleras deberían pagar 26 millones de pesos de salarios caídos de
la huelga de mayo; hecho que no acataron, y se ampararon ante la Suprema Corte
de Justicia.
Pero la Suprema Corte
de Justicia les negó el amparo el 3 de marzo de 1938, lo que los obligaba a
elevar los salarios y mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores.
Para disminuir la molestia de los dueños de las compañías, el presidente Lázaro
Cárdenas ofreció mediar ante el sindicato para que aceptaran el pago de los 26
millones de pesos y no de 40 millones, como lo exigían. A cambio de este pago,
el presidente les prometió levantar la huelga, pero los empresarios no
confiaban en él.
Su desconfianza
ocasionó que el presidente Lázaro Cárdenas decidiera poner fin a tan largo
conflicto y anunciar la expropiación petrolera. Fue así como el 18 de marzo de
1938, a las ocho de la noche, el presidente Lázaro Cárdenas estaba reunido a
puerta cerrada con su gabinete para anunciarles su decisión de expropiar la
industria petrolera. Dos horas después, en todas las estaciones de radio de la
República, la hizo pública al pueblo de México, rápidamente se fue advirtiendo
el apoyo de la opinión pública. El 23 de marzo hubo en la ciudad de México una
enorme manifestación de respaldo que, según citan las crónicas periodísticas,
superaba las cien mil personas.
Poco tiempo después, el
12 de abril hubo una manifestación frente al Palacio de las Bellas Artes.
Millares de mujeres de todas las clases sociales llevaron su cooperación para
pagar la deuda petrolera. Las aportaciones iban desde gallinas hasta joyas
valiosas.
La expropiación era
resultado de una cadena de hechos que habían puesto en entredicho la soberanía
del país y por ello esta decisión llenó de júbilo al pueblo de México.
El mensaje con que el
presidente Cárdenas hizo pública su decisión, fue el siguiente:
"Es evidente que
el problema que las compañías petroleras plantean al Poder Ejecutivo de la
nación con su negativa a cumplir la sentencia que les impuso el más alto
tribunal judicial, no es un simple caso de ejecución de sentencia, sino una
situación definitiva que debe resolverse con urgencia. Es el interés social de
la clase laborante en todas las industrias del país el que lo exige. Es el
interés público de los mexicanos y aún de los extranjeros que viven en la
República y que necesitan de la paz y de la dinámica de los combustibles para
el trabajo. Es la misma soberanía de la Nación que quedaría expuesta a simples
maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se ha
constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los
mandatos y las obligaciones que le imponen las autoridades del propio país."
"Se trata de un
caso evidente y claro que obliga al gobierno a aplicar la Ley de Expropiación
en vigor, no sólo para someter a las empresas petroleras a la obediencia, sino
porque habiendo quedado rotos los contratos de trabajo entre las compañías y
sus trabajadores, por haberlo así resuelto las autoridades del trabajo, de no
ocupar el gobierno las instalaciones de las compañías, vendría la paralización
inmediata de la industria petrolera, ocasionando estos males incalculables al
resto de la industria y a la economía general del país.\"
"Las compañías
petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes
privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de
exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de
privilegio unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que
la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho
público, significan casi la totalidad del verdadero capital del que se habla."
*Autor, Iván
Neria, publicado en www.arts-history.mx
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CARTA
DE BENITO JUÁREZ
A
MAXIMILIANO DE HABSBURGO
30
de Agosto de 1864
.
"Respetable Señor:
Me habéis dirigido
privadamente una carta fechada el 2 del corriente a bordo de la fragata Novara,
y mi carácter de persona cortés y respetable me impone la obligación de
contestarla aunque muy de prisa y sin meditación, pues, como debéis suponer, el
importante y delicado cargo de Presidente de la República absorbe todo mi
tiempo, y no me deja solaz ni aun de noche.
El filibusterismo
francés está buscando minar y destruir nuestra nacionalidad, y yo que por mis
principios y mi juramento soy el llamado a sostener la integridad nacional, su
soberanía y su independencia, tengo que trabajar con mucha actividad,
multiplicando mis esfuerzos, a fin de corresponder al sagrado depósito que la
nación, ejerciendo sus facultades soberanas, me ha confiado. Esto no obstante,
me propongo contestar, aunque muy brevemente, los puntos más importantes de
vuestra carta.
Me decís que,
"abandonando la sucesión de un trono en Europa, abandonando vuestra
familia, vuestros amigos, vuestras propiedades y lo más caro del hombre,
vuestro país, habéis venido con vuestra esposa Doña Carlota a tierras distantes
y no conocidas, solo por obedecer un llamamiento espontáneo de una nación que
fija en vos la felicidad de su porvenir". Admiro hasta cierto punto toda
vuestra generosidad, pero me sorprende mucho encontrar en vuestra carta la
frase "llamamiento espontáneo", pues yo había visto antes que cuando
los traidores de mi país se presentaron bajo su propia autoridad, en Miramar, a
ofreceros la corona de México con algunas actas de nueve o diez ciudades de la
nación, no percibisteis en eso sino una farsa ridícula, indigna de la seria
consideración de un hombre honrado y decente. En contestación a tal absurdo
exigisteis la expresión libre de la voluntad nacional, como resultado del
sufragio universal. Esto era pedir una imposibilidad; pero era el justo deber
de un hombre honorable hacerlo: ¡Cuán grande, pues debe ser mi sorpresa, al
veros venir al territorio mexicano, sin que se hayan cumplido alguna de las
condiciones!
Cómo no he de maravillarme al veros aceptar la
misma farsa de los traidores, adoptar su lenguaje, condecorar y tomar en
vuestro servicio bandidos como Márquez y Herrán, y rodear vuestra persona con
esta clase peligrosa de la sociedad mexicana? Hablando francamente, me he
engañado mucho: porque creía y esperaba que erais una de esas organizaciones
puras que la ambición no puede corromper.
Me invitáis
cordialmente a que vaya a México; a donde os dirigís a fin de que celebremos
una conferencia en unión de otros jefes mexicanos armados hoy, prometiéndonos
las fuerzas necesarias para nuestra escolta durante el viaje y empeñando como
fianza y garantía, vuestra fe pública, vuestra palabra y vuestro honor. Es
imposible, señor, que acceda a esta instancia, porque mis ocupaciones oficiales
no me lo permiten. Pero si ejerciendo mis funciones públicas, pudiera aceptar
tal invitación, no sería suficiente la fe pública, la palabra de honor de un
agente de Napoleón el perjuro, de un hombre cuya seguridad está confiada a los
mexicanos traidores, y que en este momento representa la causa de uno de los
que firmaron el tratado de la Soledad. Conocemos demasiado bien en América el
valor de esa fe pública, de esa palabra y de ese honor, justamente como sabe el
pueblo francés lo que valen los juramentos y promesas de un Napoleón.
También decís que de la
conferencia (si yo acepto), no dudáis que resulte la paz, y en ella la
felicidad de la nación mexicana; que colocándose al imperio en un lugar de
honor distinguido, contaría en lo futuro con mi talento y mi patriotismo para
el bien general. Es indisputable, señor, que la historia de nuestros tiempos
registre los nombres de grandes traidores, que han hecho traición a sus
juramentos, a sus palabras y a sus promesas, que han sido falsos a su propio
partido y principios, aun a sus antecedentes y a lo más sagrado para el hombre
de honor: cierto también que en todos estos casos de traición el traidor ha
sido guiado por la vil ambición de mando, y el deseo miserable de satisfacer
sus pasiones y sus vicios; pero un hombre, a quien está confiado el cargo de
Presidente de la República, saliendo como ha salido de las oscuras masas del
pueblo, sucumbirá, si así lo decreta la sabiduría de la Providencia,
desempeñando su deber hasta lo último, correspondiendo a las esperanzas de la
nación que preside, y satisfaciendo las aspiraciones de su propia conciencia.
La falta de tiempo me
obliga a concluir, y sólo añadiré una observación. Al hombre le es dado a veces
atacar los derechos de otro, apoderarse de sus propiedades, amenazar las vidas
de los que se atreven a defender su nacionalidad, hacer aparecer las más esclarecidas
virtudes como crímenes y hacer resplandecer sus vicios como virtudes. Pero
hay una cosa que está fuera del alcance de los falsos y perversos, y esta es la
sentencia tremenda de la historia. Ella nos juzgará.
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ANTE LA EMBESTIDA DEL IMPERIALISMO CONTRA
LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
EL FCR SE SOLIDARIZA CON LA MAYORÍA DEL PUEBLO DE VENEZUELA
Y SU PRESIDENTE MADURO
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