EPITAFIO
La parca, con indecencia,
nos ha dado un levantón
con su esbirro Calderón y
su espiral de violencia.
Se enseñoreó la demencia
en las tierras del nopal
y esta guerra criminal
usó de señuelo al narco,
que fue pretexto de un parco,
enano, ebrio y chacal
II
70 mil masacrados
-dicen- fue saldo final
en un sexenio infernal
de plagios y asesinados.
Y seguimos “endrogados”
-el consumo no bajó-,
la mafia creció y creció,
impera la delincuencia
y el país, con inclemencia,
en la tumba sucumbió.
III
Esta vida es un suspiro
que se escapa en un segundo,
es una ilusión el mundo,
un simple sueño guajiro.
La Parca nos tiene al tiro
y la guadaña esta presta
para cortarnos la testa
de certero guadañazo,
pues solo estamos de paso
y solo entender nos resta.
que se escapa en un segundo,
es una ilusión el mundo,
un simple sueño guajiro.
La Parca nos tiene al tiro
y la guadaña esta presta
para cortarnos la testa
de certero guadañazo,
pues solo estamos de paso
y solo entender nos resta.
IV
Y solo entender nos resta:
nada se opone a la muerte,
hay que aceptar esta suerte
cuando La Parca se apresta;
pues se ha de cumplir su gesta,
la de segar la existencia.
Es pues una impertinencia
y necedad a raudales
negar que somos mortales…
¡No hay indultos, ni clemencia!
nada se opone a la muerte,
hay que aceptar esta suerte
cuando La Parca se apresta;
pues se ha de cumplir su gesta,
la de segar la existencia.
Es pues una impertinencia
y necedad a raudales
negar que somos mortales…
¡No hay indultos, ni clemencia!
Felipe, que Satanás
te arroje hasta los infiernos,
te ponga tridente y cuernos
y que te juzgue Caifás.
Que un lado de Barrabás
tengas ígneo socavón;
enlutaste la Nación
con tu guerra oropelera
e irás a hirviente caldera,
… ¡A-se-si-no... re- cabrón!
ENRIQUE PEÑA NIETO
Te espera inmundo panteón
en los arcanos ignotos
por haber comprado votos
y “ganar” esta elección
con radio, televisión,
mas tarjetas de Soriana…
Enrique, así no se gana;
cuando mucho, se agandalla…
¡Tu intelecto es de peor laya,
¡Tú mente es hueca e insana!
* Dentro de la Región de Sierra y la Huasteca hidalguense se celebra el día de muertos como pocos lugares en nuestro país. El Xantolo (palabra introducida al náhuatl por la deformación de la frase latina festiumominum sanctorum, que quiere decir fiesta de todos los santos), la tradición más importante de esta región, la cual aún se mantiene muy arraigada. Este peculiar culto a los muertos, en el que se les recuerda y venera de manera especial.
Acompañada de danzas, cantos y típicos platillos, la celebración del Xantolo o Día de Muertos se caracteriza por la devoción, el esmero y la unión con que los habitantes de las pequeñas comunidades que esperan la llegada de sus familiares y amigos que ya no se encuentran con ellos. La fiesta de muertos en la sierra y la huasteca hidalguense (Xantolo), sorprende por su colorido a través de los años, la celebración es sagrada.
El 2 de noviembre es el día de todos los santos y el día 3 es el día de la bendición; día de la despedida. El 2 de noviembre se recibe a todos los fieles difuntos y se prenden cohetes para avisar que se está ofrendando. Se hacen rezos. A la gente que está de visita en alguna casa se le ofrece comida de la ofrenda porque se tiene la creencia de que esa persona que está de visita es como si tomara el alma del difunto y estuviera allí para recibir sus alimentos.
** Éstas son las impresiones de Jorge, un (malogrado) viajero enamorado de la luz, el sabor de la comida, la música y los panteones de esta zona.
Una tarde me tomo desprevenido, justo cuando estaba entretenido en desordenar la ; distraído. Siempre sucede lo mismo cuando ocurre cosas importantes: a uno lo pillan; como cuando te enamoras que te rodea de golpe una luz vibrante y sopla un viento vigoroso, y no puedes dejar de verlo y sientes como te rechinan los cimientos... y empiezas a vivir de otra manera: empiezas a vivir y a morir.
Cuando llegó ese momento tuve la visión de escoger el lugar adecuado: Tianguistengo, cerca de Tlahuelompa, la capital de las campanas. Fue un acierto el insistir. En lo alto de una montañade la Huasteca hidalguense, frontera indescifrable con la sierra, en la cima de un nudo volcánico donde el tiempo es húmedo, fresco, con el roció en las alas de los insectos. En ese cementerio multicolor desde el que, en los días claros y luminosos, se pueden ver a un costado las montañas con nieve, y cuando me atrevo a mirar al cielo lo tengo más cerca u eso me permite volar y flotar de vez en cuando.
Tengo una ventaja extra. Cada trece lunas llegan danzantes un poco atolondrados pero siempre respetuosos a despertarme para cruzar al otro lado. La nostalgia es canija.
Las mujeres hilan flores para colgarlas junta al papel picado, preparan la comida para servirla en ollitas de barro recién cocidas, adornan los altares con frutas tropicales y prenden las velas y el copal.
Preparan la fiesta con esmero. Reciben primero a los chiquitos, a los angelitos y les dan solo tamales de ajonjolí y dulces mientras les cantan las mañanitas: “...hoy por ser día de los muertos te las cantamos así...”.
Después llegamos a los mayores puntualmente. El camino fosforescente está tapizado de hojas amarillas de cempasuchil, de tal manera que uno no se extravíe... la memoria se debilita y necesita de referencias que la refresquen. Además, la vista empieza a dejar de deslumbrarse con la luz... uno camina, flota, siguiendo el brillo polar, el reflejo de siete colores pandeados a punto de desvanecerse, la luz plateada de los sueños y fantasías y la transparencia de la lluvia cuando es fina y no se siente.
Hay otro gran auxilio: las voces que cantan sin temor las melodías que penetran suavemente con la alegría y tesón. ¡Que placer escucharlas! Es cuando uno empieza a flaquear con la nostalgia.
Voces seductoras que uno finalmente no acaba de olvidar. ¿Para que? ¿Por qué tendría que hacerlo?, son del pasado, son carnales, son insistentes, son bocanadas de otra vida. La música es irresistible, la banda de metales y tambores que llaman y llaman y acaban por prender... la fiesta esta preparada y es un gozo acudir con los otros, los que se han quedado sin sentirlo.
Regresar y comer esos tamales, esos inmensos, gloriosos, voluptuosos tamales (zacahuil), acompañados de chocolate con agua. Y después unos tragos de sotol o pulque... y meterse en la fiesta, ver el recuerdo de facciones casi desconocidas, hurgar en eso que llamaba amor y dejar que las sombras de las nubes tracen por momentos los rasgos verdaderos sobre esa máscara inmutables, los accidentes del viento que danzan disfrazados y no paran hasta el día de San Andrés, a finales de noviembre.
Cuando acabamos agotados por el baile, la danza, la música que hipnotiza, y las ollas de comida que empiezan a aparecer con menos frecuencia, la charla empieza a navegar por causes mas rápidos y traicioneros, aunque más excitantes y traicioneros, aunque más excitantes y sorpresivos. Me preguntan con frecuencia y de soslayo ¿Y, como es la vida aquí tan cerca de Dios y tan lejos aún de los gringos? Es un tiempo continuo, sincronizado y armónico con la sonrisa de los niños y con la mirada de los chamanes. Es una espiral hacia fuera, amplia, vasta; una visión panorámica sobre la selva tropical, los ríos, las grutas, las antenas de los insectos y las orejas de las liebres.
Es una delicia platicar sin prisa y sobresaltos mayores del sabor de la tierra, del color de la penumbra, del eco sordo de las pisadas del ganado, de los anhelos jóvenes y desbocados, viejos y claridosos. Volver y nunca acabar de sorprenderse de las resquebrajaduras, crujidos y sopetones que esconden las arrugas y cicatrices... como la tierra que no se empapa de cuando en vez.
JOSÉ GUADALUPE POSADA
(Aguascalientes, 2 de febrero de 1852 - Ciudad de México, 20 de enero de 1913), grabador mexicano. Desde el estallido de la Revolución hasta su muerte, el maestro Posada trabajó incansablemente en la prensa dirigida a los trabajadores, ésta constituye hoy una crónica de la sociedad y la política de su época.
Por Diego Rivera
En México han existido siempre dos corrientes de producción de arte verdaderamente distintas, una de valores positivos y otra de calidades negativas, simiesca y colonial, que tiene como base la imitación de modelos extranjeros para proveer a la demanda de una burguesía incapaz, que fracasó siempre en sus intentos de crear una economía nacional y que ha concluído por entregarse incondicionalmente al poder imperialista.
La otra corriente, la positiva, ha sido obra del pueblo, y engloba el total de la producción, pura y rica, de lo que se ha dado en llamar "arte popular". Esta corriente comprende también la obra de los artistas que han llegado a personalizarse, pero que han vivido, sentido, trabajado expresando la aspiración de las masas productoras. De estos artistas el más grande es, sin duda, José Guadalupe Posada, el grabador de genio.
Posada, tan grande como Goya o Callot, fue un creador de una riqueza inagotable, producía como un manantial de agua hirviente.
Posada, intérprete del dolor, la alegría y la aspiración angustiosa del pueblo de México, hizo más de quince mil grabados; así lo asegura el editor Vanegas Arroyo.
Mano de obrero, armada de un buril de acero, hirió el metal ayudado por el ácido corrosivo para arrojar los apóstrofes más agudos contra los explotadores.
Precursor de Flores Magón, Zapata y Santanón, guerrillero de hojas volantes y heróicos periódicos de oposición.
Ilustrador de los cuentos y las historias, las canciones y las plegarias de la gente pobre. Combatiente tenaz, burlón y feroz; bueno como el pan y amigo de divertirse, cuyo reducto fue un humilde taller instalado en una puerta cochera, a la vista, pero al flanco de la iglesia de Santa Inés y de la Academia de San Carlos.
¿Quiénes levantarán el monumento a Posada? Aquellos que realizarán un día la Revolución, los obreros y campesinos de México.
Posada fue tan grande, que quizá un día se olvide su nombre. Está tan integrado al alma popular de México, que tal vez se vuelva enteramente abstracto; pero hoy su obra y su vida trascienden (sin que ninguno de ellos lo sepa), a las venas de los artistas jóvenes mexicanos cuyas obras brotan como flores en un campo primaveral, después de 1923.
La producción de Posada, libre hasta de la sombra de una imitación, tiene un acento mexicano puro.
Analizando la labor de Posada, puede realizarse el análisis completo de la vida social del pueblo de México.
Los valores plásticos que contiene la obra de Posada son todos los más esenciales y permanentes de la obra de arte.
La composición de Posada, de un extraño dinamismo, mantiene, sin embargo, el equilibrio más grande de los claros y oscuros en relación a la superficie del grabado.
El equilibrio a la par que el movimiento, es la calidad máxima del arte clásico mexicano; es decir, el pre-cortesiano.
Del arte clásico mexicano es propio también el amor al carácter y el empleo, a la vez terrible y drolático, de la muerte, convertida en elemento plástico.
Posada: la muerte que se volvió calavera, que pelea, se emborracha, llora y baila. La muerte familiar, la muerte que se transforma en figura de cartón articulada y que se mueve tirando de un cordón. La muerte como calavera de azúcar, la muerte para engolosinar a los niños, mientras los grandes pelean y caen fusilados, o ahorcados penden
de una cuerda.
La muerte parrandera que baila en los fandangos y nos acompaña a llorar el hueso en los cementerios, comiendo mole o bebiendo pulque junto a las tumbas de nuestros difuntos..
La muerte que es, en todo caso, un excelente tema para producir masas contrastadas de blanco y negro, volúmenes recientemente acusados y expresar movimientos bien definidos de largos cilindroides formando bellos ángulos en la composición, magistral utilización de los huesos mondos.
Todos son calaveras, desde los gatos y garbanceras, hasta Don Porfirio y Zapata, pasando por todos los rancheros, artesanos y catrines, sin olvidar a los obreros, campesinos y hasta los gachupines.
Seguramente, ninguna burguesía ha tenido tan mala suerte como la mexicana, por haber tenido como relator justiciero de sus modos, acciones y andanzas, al grabador genial e incomparable Guadalupe Posada.
Su buril agudo no dio cuartel ni a ricos ni a pobres; a estos les señaló sus debilidades con simpatía, y a los otros, con cada grabado les arrojó a la cara el vitriolo que corroyó el metal en que Posada creó su obra.
La distribución de blancos y negros, la inflexión de la línea, la proporción, todo en Posada le es propio, y por su calidad lo mantiene en el rango, de los más grandes.
Porque Posada fue un clásico, no le subyugó nunca la realidad fotográfica, la infrarealidad, siempre supo expresar como valores plásticos la calidad y la cantidad de las cosas dentro de la super-realidad del orden plástico.
Si es indiscutible lo que dijo Augusto Renoir: que la obra de arte se caracteriza por ser "indefinible e inimitable," podemos decir que la obra de Posada es la obra de arte por excelencia. Ninguno imitará a Posada; ninguno definirá a Posada. Su obra, por su forma, es toda la plástica; por su contenido es toda la vida, cosas que no pueden encerrarse dentro de la miserable gaveta de una definición.
EL FCR, INVITA A CELEBRAR EL ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA, ESTE 20 DE NOVIEMBRE, CON UNA JORNADA COMBATIVA, POR LA DEFENSA DE LOS DERECHOS CONSAGRADOS EN LA CONSTITUCIÓN MEXICANA
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