Se han enviado más de un billón de dólares en armas e instalaciones de la OTAN a las naciones fronterizas de Europa del Este junto a Rusia. Durante ocho años, desde el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Kiev, Washington ha apoyado al régimen respaldado por los neofascistas en Ucrania con miles de millones de dólares en armas y otros recursos, mientras el ejército del régimen ucraniano bombardeaba implacablemente las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, matando miles de personas en la región de habla rusa de Donbass.
Ante la delicada situación que ha provocado la confrontación entre Rusia y Ucrania, se deben considerar los antecedentes del conflicto. Los dos países tienen una historia en común y ambos formaron parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). Dentro del territorio ucranio hay población con raíces e idioma rusos.
La injerencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sido constante desde hace algunos años en apoyo a los grupos ultraderechistas (pronazis) de Ucrania. Desde 2014 se han incrementado las agresiones contra la población de origen ruso en la región de Donbás.
Tomando en cuenta estos antecedentes, el Movimiento Mexicano por la Paz y el Desarrollo (Mompade), hace un llamado a las partes en conflicto a retomar el camino de las negociaciones para garantizar la paz en la región, sin injerencias externas de cualquier tipo, de países y organizaciones que puedan generar un conflicto de mayores proporciones y crear las condiciones para una guerra, que afectaría no sólo al continente europeo, sino con repercusiones económicas y políticas en todo el orbe.
¡POR LA LIBERACIÓN ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS!
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EN UCRANIA, FUE LA OTAN QUIEN INICIÓ EL ATAQUE HACE OCHO AÑOS
En 1991, mientras la guerra fría aún llegaba a su fin con la disolución del Pacto de Varsovia e incluso de la Unión Soviética, Estados Unidos desencadenaba en el Golfo [Arábigo-Pérsico] la primera guerra posterior a la guerra fría y anunciaba al mundo que «que no existe ningún sustituto para el liderazgo de Estados Unidos, que ha quedado como el único Estado con fuerza e influencia mundial».
Tres años después, en 1994, la OTAN, bajo las órdenes de Estados Unidos, atacaba Yugoslavia. Durante 78 días, despegando principalmente desde bases italianas, 1 100 aviones de guerra realizaron 38 000 misiones lanzando sobre Yugoslavia 23 000 bombas y misiles que destruían puentes e industrias en Serbia, dejando víctimas sobre todo entre los civiles.
Mientras destruía Yugoslavia con aquella guerra, la OTAN, traicionando la promesa hecha a Rusia de «no extenderse ni una pulgada hacia el este», iniciaba su expansión... hacia el este, llegando cada vez más cerca de Rusia. En 20 años, esa expansión llevó la OTAN a pasar de 16 a 30 países miembros, incorporando países del desaparecido Pacto de Varsovia, de la antigua URSS y de la también desaparecida Yugoslavia y preparándose para integrar oficialmente incluso a Ucrania, Georgia y Bosnia-Herzegovina –que de hecho ya están en la OTAN.
De guerra en guerra, Estados Unidos y la OTAN también atacaron e invadieron Afganistán (en 2001) e Irak (en 2003), destruyeron mediante otra guerra el Estado libio (en 2011) e iniciaron, a través de Daesh la misma operación contra Siria, operación parcialmente bloqueada 4 años después por la intervención rusa en ayuda del Estado sirio. Sólo en Irak, las dos guerras y el embargo impuesto contra ese país mataron directamente unos 2 millones de personas, entre ellas medio millón de niños.
En febrero de 2014, la OTAN –que desde 1991 se había apoderado de puestos claves en Ucrania– utilizaba formaciones neonazis, entrenadas y armadas para ello, para montar el golpe de Estado que derrocó al presidente ucraniano legalmente electo. Aquel golpe se orquestó siguiendo una estrategia muy precisa: atacar a las poblaciones rusas de Ucrania para provocar una respuesta de Rusia y crear así una profunda fractura en Europa.
La escalada de la OTAN contra Rusia comenzó cuando los pobladores rusos de Crimea decidieron, por vía de referéndum, regresar a la Federación Rusa, de la cual Crimea había sido parte históricamente, y cuando las poblaciones rusas del Donbass –bombardeadas con fósforo blanco– se atrincheraron en las dos repúblicas de Donestk y Lugansk. Esa escalada de la OTAN tuvo el respaldo de la Unión Europea, que cuenta entre sus 27 miembros 21 países miembros de la OTAN, alianza militar que obedece las órdenes de Estados Unidos.
Durante los últimos 8 años, se han desplegado en Europa –todavía más cerca de Rusia– tropas y bases de la OTAN, ignorando siempre las constantes advertencias de Moscú.
El 15 de diciembre de 2021, la Federación Rusa entregó a los Estados Unidos de América un proyecto articulado de tratado destinado a poner fin a aquella situación explosiva
Ese proyecto no sólo fue rechazado, sino que, al mismo tiempo, comenzó el despliegue de tropas ucranianas, de hecho, bajo las órdenes de Estados Unidos y la OTAN, para iniciar un ataque a gran escala contra las poblaciones rusas del Donbass. Eso fue lo que motivó la decisión de Moscú de detener la escalada agresiva occidental con la operación militar en Ucrania.
Hacer manifestaciones contra la guerra borrando la historia equivale a contribuir –conscientemente o no– a la frenética campaña desatada por Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea para presentar a Rusia como un peligroso enemigo. Esa campaña occidental divide Europa en beneficio de intereses imperiales y nos arrastra a la catástrofe.
Marie Ange Patrizio. Periodista francesa
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UCRANIA Y LA HIPOCRESÍA DE WASHINGTON
El golpe de Estado de febrero de 2014 en Ucrania marca un punto de inflexión en la historia contemporánea del país, en la que Washington pasa a ocupar una posición preeminente. Desde ese momento, las fuerzas de extrema derecha, inspiradas en el ultranacionalismo y la simpatía por el nazismo de Stepan Bandera, han tenido una influencia decisiva en Kiev y, por ello, en la aplicación de una política de orientación xenófoba y rusófoba sufrida por millones de rusos étnicos o por rusoparlantes, particularmente en el este del país; en especial, en la zona del Donbás, asiento de las autoproclamadas repúblicas populares de Donietsk y Lugansk, recién reconocidas por Rusia. Contra sus habitantes, calificados de nadas por el presidente Volodymir Zelensky, se ha seguido una práctica de sanguinaria hostilidad por parte de las bandas de extrema derecha y neonazis, como el regimiento Azov de la Guardia Nacional de Ucrania. No voy a narrar la historia de Bandera pero subrayo su crueldad en el arrasamiento de cientos de aldeas ucranias y en la masacre de judíos, tártaros, cosacos y comunistas.
Aquel golpe, producido en el contexto del Euromaidán tuvo uno de sus antecedentes en una auténtica revuelta popular. Pero esa protesta no bastaba para derrocar al presidente constitucional Víctor Yanukovich, pese a su desprestigio para entonces. Se necesitaba –dice el experimentado periodista catalán Rafael Poch de Feliú– “una fuerza de choque disciplinada y dispuesta a jugarse el físico… Esa fuerza fue la extrema derecha armada con la ideología nacionalista de tradición ‘banderovski’, apoyada por los oligarcas y los padrinos geopolíticos occidentales. Si la trama subterránea de complicidades, financiación, asesoramientos y adiestramiento de servicios secretos occidentales (estadunidenses, polacos y alemanes) apenas ha trascendido, 40 políticos occidentales de primera fila, entre ellos primeras figuras de Estados Unidos (EU) y los ministros de exteriores de Alemania, Polonia, países bálticos, etcétera, pasaron por la plaza de Kiev repartiendo solidaridades y pastelitos. Fue ese segundo Maidán el que ejecutó el cambio de régimen en un contexto de batallas campales con incendio y toma de sedes ministeriales en medio de una masacre indiscriminada de manifestantes y policías (en total un centenar, además de más de una decena de policías) a cargo de tiradores de precisión… lo que precipitó la caída del gobierno y la huida del presidente”.
Victoria Nuland, subsecretaria estadunidense de Estado, entonces y ahora, era una de esas figuras de primera línea de EU que orquestaron la instalación de los grupos de extrema derecha, el verdadero poder en Kiev desde 2014. Insisto en el papel de Washington como protagonista en el belicoso accionar que empujó a Putin a la acción militar en Ucrania.
Biden pretende aprovechar esta amenazante situación para posar como líder de occidente, de la libertad y la democracia. A propósito de la rivalidad Ucrania-Rusia el inquilino de la Casa Blanca afirmó que las naciones tienen derecho a la soberanía e integridad territorial. ¿De veras? ¿Dónde en América Latina y el Caribe se ha visto que EU respete ese principio? Para no ir al siglo XIX, sólo en la segunda mitad del siglo XX nuestra región atestiguó violaciones flagrantes de EU a esos principios en Guatemala, Cuba, República Dominicana, Granada y Panamá, los tres últimos mediante invasiones directas. Cuba, Venezuela y Nicaragua son ejemplos actuales de una política estadunidense que niega rotundamente su afirmación, por no hablar de Puerto Rico. El país que preside Biden, por ejemplo, es el único que reconoce formalmente la anexión por Israel de las colinas de Golán sirio o la del Sahara Occidental por Marruecos, ambos ocupados por la fuerza militar. Si Biden dijera la verdad no se resistiría a reconocer el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y cancelaría la decisión de reconocer a Jerusalén como capital del Estado hebreo. Biden añadió que EU se enfrenta a los matones, lo cual es para reírse si no fuera tan patético. ¿Cuándo va a dejar de tener entre sus principales aliados a los actuales gobiernos de Colombia, Israel y Arabía Saudita? Más de dos siglos de historia, míster Biden, revelan la hipocresía contenida en sus afirmaciones. ¿Cuándo, por cierto, va a levantar los crueles bloqueos a Cuba y Venezuela en lugar de andar sermoneando sobre la tragedia de Ucrania?
Cuba, a propósito, muestra el camino para una salida política en Ucrania, lejos de la desequilibrada resolución aprobada en la ONU: el diálogo y las negociaciones, no la guerra, son la única vía para la solución del conflicto. Cuba aboga por una solución diplomática seria, constructiva y realista de la actual crisis en Europa, por medios pacíficos, que garantice la seguridad y soberanía de todos, así como la paz, la estabilidad y la seguridad regional e internacional.
Ángel Guerra Cabrera: @aguerraguerra
“La búsqueda de la Paz es asunto de todos”
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GUERRA, MEDIOS Y CENSURA
La determinación de las empresas internéticas Meta (que engloba a las redes sociales Facebook, Instagram y WhatsApp) y Alphabet (propietaria de las plataformas Google y Youtube) de bloquear o restringir los contenidos de los medios rusos Sputnik y RT en el contexto de la incursión militar de Rusia en Ucrania, marca un nefasto precedente en materia de libertad de expresión y derecho a la información. Meta argumentó que la empresa recibió peticiones de varios gobiernos y de la Unión Europea para que tomemos nuevas medidas en relación con los medios de comunicación controlados por el Estado ruso para eliminar el acceso a los referidos en ese conglomerado de países. En tanto, Alphabet decidió restringir el acceso de Sputnik y RT a sus sistemas de publicidad, con lo cual no sólo impide la monetización de ambos, sino que limita severamente su presencia en el buscador Google y en la plataforma de correo electrónico Gmail.
En momentos de conflicto bélico, cuando se multiplican la desinformación y las simples mentiras mediáticas disfrazadas de noticias (fake news), resulta especialmente relevante que las audiencias puedan contrastar versiones diversas e incluso contrapuestas y decidir por sí mismas dónde está la verdad de lo que ocurre. El argumento de que los medios informativos censurados son vehículos de propaganda rusa es tan pueril como faccioso: por un lado, resulta imposible establecer con plena certeza qué es información y qué es propaganda en los canales informativos de países beligerantes y, por el otro, hay instituciones informativas parcial o totalmente financiadas por gobiernos que apoyan a Ucrania en el presente conflicto –es el caso de la BBC británica, la DW alemana y la VOA estadunidense, por ejemplo– y, si se aplicara la misma lógica que a sus contrapartes rusas, tendrían que ser sometidas también a la censura parcial o total.
Es pertinente recordar, por otra parte, que los afanes de descalificar a los medios rusos como instrumentos de propaganda vienen de tiempo atrás, en concordancia con una creciente campaña antirrusa orientada a convencer a los públicos occidentales de que el gobierno de Moscú interfiere en procesos electorales (como se dijo del de Estados Unidos de 2016) por medio de Internet, roba secretos tecnológicos o tolera o incluso impulsa la ciberdelincuencia. Se trata, a fin de cuentas, de una actualización de los arquetipos del macartismo que imperó en los años más oscuros de la guerra fría y en satanizaciones anticomunistas como la caracterización de la extinta Unión Soviética como el imperio del mal por parte del expresidente estadunidense Ronald Reagan (1980-1988).
Es inevitable que los bandos enfrentados en un conflicto, sobre todo cuando se trata de uno bélico, descalifiquen mutuamente a sus medios como vehículos de propaganda o desinformación, pero la decisión de censurarlos es un paso adelante en la nueva escalada de tensiones entre la Unión Europea y los países de la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por un lado, y de Rusia, por el otro. Por añadidura, tal determinación no afecta tanto al gobierno que encabeza Vladimir Putin cuanto a las sociedades que se ven privadas de puntos de referencia que, propagandísticos o no, resultan indispensables para entender lo que ocurre en los escenarios bélicos de Ucrania y, en general, en este nuevo encontronazo geopolítico.
Editorial de la Jornada 1 de marzo
CAE LA NIEVE PURA
Cae la nieve
pura como
sí resbalara por hilos.
Quisiera vivir,
vivir
pero sé que no es
posible.
Algunas almas se
pierden
sin huella en la
lejanía,
suben, suben
hacia el cielo
como hace la
nieve pura.
La nieve pura se
disuelve…
yo también
desapareceré…
No me preocupa
la muerte,
nadie vive
eternamente.
No creo en esos
milagros.
No soy ni nieve
ni estrella,
yo jamás volveré a
ser
jamás, jamás, nunca
más.
Y pienso yo,
pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino,
¿qué
amaste más que la
vida?
Quise con mi
sangre a Rusia
como el tuétano de
mis huesos,
quise sus ríos
creciendo
y debajo de los
hielos.
Quise el humo de
sus casas,
el aire de sus
pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus
gloriosos ancianos.
Si tuve mis
contratiempos,
fue sin
lamentarlos mucho.
Qué importa si viví
locamente,
por Rusia fue que
viví.
Dolorido de
esperanzas
(lleno de oculta
inquietud),
creo que tal vez
un poco
también yo he ayudado a Rusia.
Aunque a mí Rusia me
olvide
cuando el tiempo
se devane,
el caso es que
Rusia viva
para siempre,
eternamente.
Cae la nieve
pura, cae
como caía en los
tiempos
de Pushkin, de
Chejov,
como caerá cuando
muera…
Cae la nieve,
cae la nieve
con cegadora
blancura,
borrando todas
las huellas,
las que yo dejo
y las otras…
Nadie vive
eternamente,
pero tengo una
esperanza:
sí Rusia vive, es decir
que yo también
viviré.
Yevgueni
Yevtushenko,
Poeta ruso
(1933-2017
CONFERENCIA DE
ANALISIS DEL CONFLICTO RUSIA-UCRANIA (OTAN)
POR LA PLATAFORMA ZOOM, ID. 9714070761 CODIGO
1971
DOMINGO 13 DE MARZO A
LAS I8 HORAS
INAUGURACIÓN DE MURAL
DEL AGUILA, CON MÚSICA Y POESIA
EN LA COLONIA
NOPACALCO EN PACHUCA HIDALGO
DOMINGO 20 DE MARZO A
LAS 12 HORAS
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